martes, 2 de mayo de 2023

¿SON LO MISMO EMOCIÓN, ESTADO DE ÁNIMO Y SENTIMIENTO?

           Aunque, en nuestro lenguaje diario, muchas veces tendemos a utilizar estos términos de manera parecida lo cierto es que no son lo mismo. Por ello, hoy voy a hablaros de en qué consisten cada uno de ellos y cómo me han afectado a mí.

            Empecemos por la emoción que, tal vez por economía lingüística, es un término que tiene mucho más uso que el de estado de ánimo. Una emoción es una cascada de cambios físicos producida en nuestro cuerpo, como consecuencia de ponernos en contacto con algo interno o externo a lo que llamaremos estímulo o situación. Por ejemplo, cuando me ingresaron en el hospital tras tener un episodio psicótico yo me sentía triste y super alegre cuando salí de él.

         Las emociones son intensas y cortas. Suelen durar unos minutos y provocan un cambio intenso y generalizado en mi organismo para que yo pueda desenvolverme bien con esa situación a la que me he enfrentado. Estas emociones no son procesos conscientes, sino respuestas automáticas y rápidas.

            Un sentimiento es algo, por contra, muy diferente. Un sentimiento es una especie de emoción secundaria, casi una emoción social, diríamos y, por lo tanto, son más bien sensaciones aprendidas, condicionadas por la cultura y de la que yo soy mucho más consciente. Ejemplo de ello es el amor que siento yo por mi chico. La duración de ese sentimiento es mayor que la de una emoción, pero, la intensidad, por contra, es más baja.

Los sentimientos son de naturaleza más suave que las emociones.

            El estado de ánimo es, de los tres el que mayor duración tiene y también el menos intenso. Digamos que es el que tiñe nuestros días de un determinado color, como el hecho de que un finde esté aburrida porque no haya hecho planes con los amigos/as.

            Todos tenemos emociones, sentimientos y estado de ánimo. Forman parte de nuestra naturaleza, pero, a veces, estas respuestas nos provocan problemas en nuestra vida cotidiana, nos interfieren significativamente en nuestra visa social, o laboral, o académica, o nos generan un malestar clínicamente significativo. Es entonces cuando se han convertido en un trastorno. Ejemplo de ello es cuando yo me enamoré de un chico y ese sentimiento no era correspondido y yo no fui capaz durante muchos años de llevar mi vida adelante sin él. Otro caso fue cuando sufrí depresión y estuve mucho tiempo encerrada en mi habitación sin ganas de levantarme de la cama.

            Llegados a este punto mis queridos blogueros hemos visto que estos términos no son lo mismo. La intensidad y la duración es la que nos da la clave para identificarlos: a las de mayor intensidad y menor duración las llamamos emociones, a las de menor intensidad, pero mayor duración las llamamos estados de ánimo, y a las intermedias, sentimientos.

            

miércoles, 26 de abril de 2023

¿NOS AYUDA LA RELIGIÓN A MEJORAR NUESTRA SALUD MENTAL?

 

                             

          Buenas de nuevo blogueros/as. La religión responde a una necesidad espiritual del ser humano y por tanto dentro de su papel es beneficiosa para nuestra salud mental.

            En la religión yo busco respuestas a aquellas cuestiones que se escapan a mi capacidad, que son muchas. Aunque la ciencia vaya ofreciendo respuestas a algunas o bastantes de ellas, creo que siempre habrá otras inalcanzables.

          He de señalar que soy católica, aunque no excesivamente practicante. Por ello no suelo ir a la iglesia, ni tampoco confesarme o rezar habitualmente. Creo a mi manera, es decir, existe alguien que creo el mundo, un Dios que puede tener múltiples nombres, pero que en definitiva es uno solo.

            En salud mental busco mi bienestar psíquico, y trabajo en el área científica sobre las causas que dañan o que fortalecen mi salud mental, determinando con ello mis conductas y actitudes. Tanto la religión como la salud mental buscan el bienestar humano.  

    Sin embargo, desde el momento que yo asumo una interpretación sensiblemente dogmática de la religión (verdades que han sido reveladas por Dios), bien sea impuesta por una iglesia o por mí misma (fanatismo (pasión desmedida por la religión)), de modo que me aparte con ello de la realidad social y humana, ello puede empezar a generar en mí conflictos mentales, desde alteraciones leves hasta la autodestrucción. La religión suele verse subjetivamente, y a veces yo misma no tan fácilmente soy capaz de discernir si es beneficio o es daño lo que me está haciendo mi forma de vivir la religión.