Aunque, en nuestro lenguaje diario, muchas veces tendemos a utilizar estos términos de manera parecida lo cierto es que no son lo mismo. Por ello, hoy voy a hablaros de en qué consisten cada uno de ellos y cómo me han afectado a mí.
Empecemos por la emoción que, tal vez por economía
lingüística, es un término que tiene mucho más uso que el de estado de ánimo.
Una emoción es una cascada de cambios físicos producida en nuestro cuerpo, como
consecuencia de ponernos en contacto con algo interno o externo a lo que
llamaremos estímulo o situación. Por ejemplo, cuando me ingresaron en el
hospital tras tener un episodio psicótico yo me sentía triste y super alegre
cuando salí de él.
Las emociones son intensas y cortas. Suelen durar unos
minutos y provocan un cambio intenso y generalizado en mi organismo para que yo
pueda desenvolverme bien con esa situación a la que me he enfrentado. Estas
emociones no son procesos conscientes, sino respuestas automáticas y rápidas.
Un sentimiento es algo, por contra, muy diferente.
Un sentimiento es una especie de emoción secundaria, casi una emoción social,
diríamos y, por lo tanto, son más bien sensaciones aprendidas, condicionadas
por la cultura y de la que yo soy mucho más consciente. Ejemplo de ello es el
amor que siento yo por mi chico. La duración de ese sentimiento es mayor que la
de una emoción, pero, la intensidad, por contra, es más baja.
Los sentimientos
son de naturaleza más suave que las emociones.
El estado de ánimo es, de los tres
el que mayor duración tiene y también el menos intenso. Digamos que es el que
tiñe nuestros días de un determinado color, como el hecho de que un finde esté
aburrida porque no haya hecho planes con los amigos/as.
Todos tenemos emociones, sentimientos y estado de ánimo. Forman parte de nuestra naturaleza, pero, a veces, estas respuestas nos provocan problemas en nuestra vida cotidiana, nos interfieren significativamente en nuestra visa social, o laboral, o académica, o nos generan un malestar clínicamente significativo. Es entonces cuando se han convertido en un trastorno. Ejemplo de ello es cuando yo me enamoré de un chico y ese sentimiento no era correspondido y yo no fui capaz durante muchos años de llevar mi vida adelante sin él. Otro caso fue cuando sufrí depresión y estuve mucho tiempo encerrada en mi habitación sin ganas de levantarme de la cama.
Llegados a este punto mis queridos blogueros hemos visto
que estos términos no son lo mismo. La intensidad y la duración es la que nos
da la clave para identificarlos: a las de mayor intensidad y menor duración las
llamamos emociones, a las de menor intensidad, pero mayor duración las llamamos
estados de ánimo, y a las intermedias, sentimientos.
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