Hoy
voy a tratar un tema peculiar con el que todo el mundo nos sentimos
identificados: las obsesiones y manías.
Lo
primero que hay que tener en cuenta es que no es lo mismo el concepto de manía
que alude a pequeños comportamientos que mantenemos las personas a modo de
ritual o por razones supersticiosas: en mi caso, el número cinco, al ser
mi favorito, muchas veces cuento hasta ese número cuando voy a salir de casa y
me santiguo; otra manía es mirar las cosas que me he echado en el bolso antes
de salir por si se me olvida algo.
Es
decir, son una especie de rituales que las personas tenemos, maneras
particulares de hacer las cosas, que implican que siempre las hagamos de la
misma forma.
Las obsesiones
son menos frecuentes que las manías, si tenemos en cuenta que casi todas las
personas tienen alguna(s) manía(s).
Consisten en pensamientos a los que les damos vueltas de
forma compulsiva. A mí me venían ideas a la cabeza y no podía evitar pensar en ello.
Aparecían en mi mente de forma permanente y fija y me sentía dominada por
ellas. Para mí eran muy difíciles de controlar o frenar.
Cabe
mencionar que las obsesiones también pueden aparecer fuera de un Trastorno
Obsesivo Compulsivo, en personas “sanas” (sin patología mental), aunque las
características de estas pueden variar ligeramente. Así, una obsesión también
podría ser una persona (yo me obsesioné con un chico, me enamoré de él, pero no
era correspondida), o una idea en relación con esa persona, por ejemplo. En ese
sentido, este chico se llama Jesús Romero y entonces como esa planta es verde
yo me obsesioné con ese color y con la planta, además de con la palabra en sí,
cada vez que oía pronunciar su nombre me ponía mal e incluso oía
Si
alguien pronunciaba la palabra “romero” o veía esa planta, ello me recordaba a
ese chico. Cómo se llama Jesús, yo repetía muchas veces “señor ayúdame” y hasta
que no se me quitaba la fijación con esta persona no se me iba la obsesión, puesto
que ésta me generaba un estado de ansiedad.
Considero
que yo vivía la obsesión de forma mucho más intensa que la manía y me
condicionaba aspectos importantes del día a día. Ello es porque cuando tenía la
obsesión no podía pensar nada más que en ella hasta que no desaparecía. Por
ello, en mi caso la obsesión era más grave porque generaba, a parte de un
malestar, una ansiedad importante en mí.
Además,
mi obsesión era de carácter permanente por lo que tenía la necesidad de aplicar
una compulsión (acción que reduce la ansiedad originada por la obsesión). En mi
caso esa acción consistía simplemente en pensar en otra cosa. La distracción
jugaba un papel esencial. Por su parte, la manía solía aparecer y desaparecer en
mí “sin más”.
En
cambio, las manías, aunque pueden generar cierto desasosiego o sensación de
malestar si no se realizan, no suelen causar tanta ansiedad en mí. La mayoría
de las manías aparecen en la población general, por lo que conozco a amigos,
familiares e incluso yo misma, con ciertas manías.
Las
obsesiones, en cambio, aunque también pueden aparecer en población clínica o
general, es más frecuente que aparezcan en población clínica (como por ejemplo
una esquizofrenia, como es mi caso).
Yo
conseguí vencer mi obsesión cuando estuve decidida a vencer el problema y la
acepté. Al liberar mi mente estableciendo distancia física de la persona que se
había convertido en mi obsesión, logré olvidarme de ella e ignorarla. También
me ayudó la psicóloga, pues mi obsesión era tan profunda que era imposible que
desapareciese por mí misma.
En la
actualidad vivo sin obsesiones, pero las manías son un hábito en mi vida. Y
ahora os pregunto ¿Quién no tiene alguna manía queridos blogueros?
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