martes, 17 de enero de 2023

EL ESTIGMA DE LA ENFERMEDAD MENTAL







        En el pasado las enfermedades mentales han sido un tema tabú en nuestra sociedad. Padecer una enfermedad mental era motivo de vergüenza y se ocultaba. De hecho, mi familia es de un pueblo muy pequeño de Andalucía y mis padres sentían vergüenza porque mi medicación me producía efectos secundarios (se me caía la baba, abría la boca y me era imposible cerrarla). Por ello siempre insistían delante de la gente que cerrara la boca, pero a mí me era imposible. Yo no era consciente del efecto que producía en la gente el mirarme, quizá sentían pena, lastima o compasión de mí, no lo sé. Con el tiempo se ha socializado o popularizado la respuesta a qué es una enfermedad mental y una buena parte de la sociedad, al menos, ha entendido que le puede pasar a cualquiera. Pero sigo pensado que en los pueblos pequeños todavía no está aceptado del todo. Ello es porque faltan recursos y no hay instituciones que defiendan o apoyen los derechos de las personas con enfermedad mental.

Por su parte, mis padres por fin han aceptado mi enfermedad, aunque no estaban convencidos del todo de que mi salud mejoraría, como en realidad ha ocurrido.

           Es una tarea difícil la de visibilizar y normalizar las enfermedades mentales cuando se le pone a la etiqueta de enfermedad de manera indiscriminada. Por otro lado, gracias a los medios de comunicación en los que participo, las redes sociales (mi blog de pildorasdesaludmental.com) y a muchas campañas se está empezando a “desmitificar” la naturaleza de las patologías psiquiátricas. Uno de los mayores problemas en este aspecto es la atribución de rasgos generales (como la presencia de alucinaciones o las respuestas violentas) a todas las personas que sufren de alguna dificultad en este sentido. Yo por mi parte si he tenido alucinaciones, pero no he sido una persona excesivamente violenta. De hecho, aunque he pensado alguna vez en suicidarme, nunca he llegado a intentarlo.

Considero que es importante que se sepa que todas las patologías de los diferentes campos, las psicológicas especialmente, son muy heterogéneas y no siempre son los mismos los síntomas o rasgos los que presenta cada persona.  La “agresividad” que se les atribuye a las personas diagnosticadas de esquizofrenia, por ejemplo, no es más que un mito. De hecho, yo nunca he sido una persona agresiva.

El estigma puede dar lugar a la discriminación. La discriminación puede ser evidente y directa, por ejemplo, si alguien hace un comentario negativo sobre la enfermedad mental o sobre el tratamiento, como cuando un amigo mío dijo que si veía fantasmas. O también puede ser no intencional o sutil, como cuando mi supuesta amiga evitó que me quedara a dormir más en su casa, porque asumió que podría ser inestable, violenta o peligrosa a causa de mi enfermedad mental.

Un estigma sucede cuando alguien te ve de manera negativa por alguna característica distintiva o por un rasgo personal que se considera, o de verdad es, una desventaja (un estereotipo negativo). Lamentablemente, las creencias y las actitudes negativas hacia las personas como yo, que tienen alguna afección de la salud mental, son frecuentes.

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